jueves, 7 de mayo de 2009

La causa de las causas

Entre los blogs que leo, tengo uno que por suerte me sorprende de una forma bastante frecuente. Hígado Reptante es el blog de Malena, una mendocina muy singular.
Cuando leí "Principio de Causalidad" me pareció un post simpático y realmente ameno. Me gustó su dinámica. Sin embargo, al parecer no pasó tan livianamente por mi cabecita loca... y me planteó una inquietud:

¿Cómo están programándonos para pensar? Es evidente que desde un primer momento nos remarcan el tan mentado principio de causalidad. Mismo en nuestras propias casas. Veamos:

- Hijo, si te portás mal, Papá Noel no te trae regalos.

O mejor...

- Hijo, si no te dormís, viene el Hombre de la Bolsa

Está bien, es positivo desde el punto de vista que fueron diferentes maneras de impartir disciplina. Pero al mismo tiempo, estuvieron condicionando la forma de razonar del menor. Y estos son sólo dos ejemplos bastante livianos... hay otros, como éste:

- Hijo, si te portás mal, papi y mami se van a poner tristes, se van a pelear y se van a divorciar. Cada uno va a tener otra pareja, que no va a ser tu mami ni tu papi. Vamos a hacer una vida aparte y un poco nos vamos a olvidar de vos, pero de todas maneras unos años de terapia van a solucionar tus problemitas. Y hasta puede que papi vaya con otro papi, y eso te genere confusiones respecto de las nenas. Pero bueno, son cosas que pasan... no te sientas culpable. Ya sé que tenés solo cuatro años...

Les aseguro que no es el peor ejemplo que encontré.
Ahora bien, ¿es descabellado creer que debemos pensar de la manera en que te enseñan a hacerlo? Claro que no, porque si estamos condicionados para realizar las cosas de una manera, es muy complejo librarse de los dogmas instaurados.

Además hay algo indudable en esta cuestión: todo encaja perfectamente. Si buscamos la causa de algo, y la encontramos, nuestra cabecita generará alegremente una suerte de conexiones aparentemente lógicas que darán firmeza al pensamiento. Son espejismos que nosotros mismos construimos para dar fuerza a nuestras ideas. Es un mecanismo que funciona muy bien y es necesario en muchos casos, pero en otros simplemente nos hace ser miopes de la realidad.
Es difícil eludir trampas que nosotros mismos nos ponemos porque, reconozcámoslo, son tentadoras. ¿Quién querría vivir en un mundo caótico, cuyos eventos no están prolijamente encadenados? ¿Acaso no es mucho más sencillo y vistoso tener una noción de orden nuestra realidad? Y ya no me pongo a discutir si obtenemos una vida que nos conforta o una que nos pone incómodos... estoy hablando de una vida que tiene lógica y sentido.

Temo estar inmiscuyéndome en algo complejo, pero fíjense en este tema curioso: la sociedad entera tiende a simplificar los hechos y a encadenarlos, de modo que tratan de repetir actos para obtener resultados similares. ¡Madre Santa! Los profesionales hacemos eso... los catedráticos, los estudiosos, los líderes y las masas, los oprimidos y los que oprimen... todos hacemos esto. Todos tratamos de encontrar, consciente o inconscientemente un patrón que marque el flujo de las cosas.
Todos tratamos de descubrir cómo se está tejiendo el presente, para poder predecir de cierto modo cómo se tejerá el futuro.

Me hago una última pregunta... ¿es acaso nuestra inseguridad lo que nos lleva a crearnos estas cadenas lógicas de pensamiento?

Tengo unas secretas ganas de que mi vida sea una sucesión de causas y consecuencias, que sea programable y que al manipular una serie de variables bien escogidas, lograse el resultado deseado. Con esas ganas y todo... muchas veces caigo en la cuenta de que no todo es tan... así:


... ¿o sí?


0 comentarios: